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 Cronaca

Arquitecto florentino

Texto traducido de "las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", descritas por Giorgio Vasari, Edición Torrentina de 1550

Muchos talentos se perdieron, los cuales no llegaron a hacer dignas obras raras y de elogio, si al llegar al mundo no dieran con personas quienes supieran y estimasen encauzándole a estas cosas por donde fuera su naturaleza. Que se produce a menudo, que quien puede, ni sabe ni quiere; y si debe hacerse alguna excelente obra, le es indiferente el buscar un arquitecto muy raro y con un espíritu muy elevado. Al contrario ponen el honor y la gloria en las manos de algún estafador que les vituperan a menudo el nombre y la fama. Cegados por la ambición, rechazan a menudo proyectos dibujados en órdenes y toman y aplican el mas malo, vaga permanencia asociará a su fama con la torpeza y mal gusto de una obra, considerándose, porque estos que son juiciosos, piensan que el autor y el mandatario son de un mismo espíritu, al que las obras se adjuntan. Y por el contrario, ¿Cuántos fueron los príncipes que ni oyeron de arte, y fueron tenidos por personas famosas?, y después de su muerte se les recuerda por las obras que en vida dejaron a la soberanía del pueblo.

Pero realmente fue afortunado el Cronaca en su tiempo, pues encontró quien de continuo orientase las cosas, y poder hacer así grandes obras muy espléndidas.

Se cuenta de él , que mientras Antonio Pollaiuolo estaba en Roma, trabajando en las sepulturas de bronce que están en San Pedro (#,#), llegó a su casa un adolescente pariente (no eran parientes), llamado de propio nombre Simone, que huyó de Florencia por alguna disputa, quien, al tener mucha inclinación al arte de la arquitectura que había estado con un maestro ebanista, y estaba empezando a mirar las antigüedades de esta ciudad, divirtiéndose, él los iba midiendo con enorme diligencia. Aprovechando esta venida a Roma, mostró haber hecho mucha observación, en las medidas y proporciones.

Estando en pensamiento de volver a Florencia, partió de Roma y a su llegada lo quería contar todo, y por haberse convertido en muy buen cronista, de las maravillas de Roma y otros lugares, con tanto cuidado de detalles, que le nombraron en adelante el Crónaca, pareciendo realmente que en cada uno que él relatara, fuera una crónica de cosas con su razonamiento. Entre los modernos fue tenido como el más excelente arquitecto que hubiera en la ciudad de Florencia, por elegir los lugares con más juicio, y por poner de manifiesto con sus obras que estaba con el talento más elevado que muchos otros en su oficio. Conociéndose por las obras en cuanto conocía los órdenes e imitaba las cosas antiguas, y como él observaba las normas de Vitruvio, y las obras de Filippo de Ser Brunellesco.

Estaba entonces en Florencia Filippo Strozzi, al que hoy llamamos el Viejo, diferenciándolo de su hijo, el cual por sus riquezas, deseaba dejar para él, la patria y sus hijos, entre otros, un hermoso palacio.

Por lo que llamó a Benedetto da Maiano, que hizo un modelo aislado en todo alrededor, que no se hizo a continuación, siendo necesario demoler a algunos vecinos.

Se comenzó el palacio como se pudo, y la fachada exterior se terminó antes de su muerte. Lo hizo en estilo rústico en grados (#), como se ve: la parte de puertas y las primeras ventanas con almohadillado son rústicos en gran parte y la parte desde las primeras ventanas a las segundas es menos rústica. Sucedió que, al partir Benedetto da Maiano de Florencia volvía de Roma el Crónaca. Se puso en las manos de Filippo la maqueta, que le gustó mucho por el patio y la cornisa que va por fuera en torno al palacio, que reconociendo la excelencia de su talento, quiso que todo se controlase por sus manos, y llevándolo desde entonces adelante. Hizo pues el Crónaca, la belleza de las columnas de fuera en orden toscano, y en cumbre un marco corintio muy espléndido, que es para remate del techo. Solo la mitad al presente se ve terminada y con muy singular gracia y garbo se pone de manifiesto, que ni intentándolo nadie les puede mostrar un defecto. Del mismo modo las piedras de todo el palacio están tan terminadas y sí bien cometidas, que casi no se puede apreciar las uniones de las murallas. Y al palacio para adorno ordenó hacer rejas a las ventanas ornamentadas con maravillosas campanillas muy hermosas y con mucho garbo, y del mismo modo lucernas para la luz sobre las esquinas que hizo Niccolò Grosso Caparra, herrero florentino. Que con enorme diligencia trabajó los marcos, las columnas, los capiteles, y las ménsulas soldadas de cincel con maravillosa maestría. No ha trabajado ningún moderno de cincel forjas tan grandes ni tan difíciles con tanta ciencia y practica.

Era Niccolò Grosso persona fantástica y cabezón, sensato en sus cosas y las de otros, no aceptando nunca sugerencia ajena. No aceptaba trabajar a ventura, en ninguno de sus trabajos, siempre pedía el arra, y por esto Lorenzo de Médici lo llamaba el Caparra, y muchos le conocían por este apodo.

Había puesto a su tienda un signo, en el cual estaban algunos libros que se quemaban y cuando le pedían tiempo de pagar, les decía: "no puedo, porque mis libros arden y no puedo escribir en ellos a más deudores". Le hicieron encargo para los señores capitanes de la Parte Güelfa, magistrados en Florencia prestigiosos, un par de borriquetas, que terminándolos, enviaron a pedir por ellas a sus donceles. Y continuamente les decía: "Sudor y duro cansancio sobre el yunque y quiero que aquí me estén pagados mis dineros." Por lo que reenviaron de nuevo por su trabajo y que los dineros, rápidamente se pagaría, y obstinado respondía que en primer lugar le llevaran los dineros, que él, el trabajo les daría.

Donde el gobernador venido en cólera, porque los capitanes lo querían ver, le envió diciendo que había tenido la mitad de los dineros y que entregase las borriquetas que el restó se le pagaría. El Caparra, que se dio cuenta de la verdad, entregó al doncel una borriqueta solamente, diciendo: "Te llevas esta, que es suya y, si les agrada, y traes la totalidad del pago, yo te daré, asimismo esta que es mía". Los funcionarios, vista la magnífica obra que había hecho, le enviaron los dineros al taller donde les entregó la otra borriqueta. Dicen aún que Lorenzo de Médici pidió hacer unos hierros para enviarlos a ofrecer fuera, por la excelencia del Caparra que se veía; y fue incluso en persona al taller, y por ventura encontró que trabajaba algunas cosas de pobres personas, los cuales le había entregado la parte del pago para arra. Y aunque lo pidió Lorenzo, nunca le prometió servirlo, diciéndole que habían venido al taller antes que él, y que tanto estimaba los dineros de ellos como los de Lorenzo.

Algunos jóvenes ciudadanos llevaron dibujos, para que les fabricase instrumento para romper otros hierros, descerrajándolos, el los gritó diciendo: "yo no voy a hacer tal cosa, que son instrumentos de ladrones y romper las casas de otros y deshonrar doncellas, no es cosa para mi ni debería ser para ustedes, los cuales me parecen hombres de bien". Volvieron con que les enseñase el oficio de herrero, y este los echo a voces. No trabajaba nunca a judíos, diciéndolos que sus dineros estaba podrido y maloliente. Fue persona honrada y religiosa y de cabeza fresca aunque obstinado. Nunca salió de Florencia, en esta vivió y murió, pero su calidad la juzgo digna de memoria.

Pero, volviendo de nuevo al Cronaca, llevó este palacio, donde el Caparra hizo tantos trabajos # # # #, y lo adornó en orden corintio y dórico con mucha delicadeza de columnas, capiteles, marcos, ventanas y puertas. Y las molduras de los marcos y cada cosa, de suma belleza y gracia, estuvieron del espíritu de el Crónaca bien conducidos. La escalera del mismo modo es muy bonita, y la distribución de las habitaciones está como, en considerando el conjunto, toda en un conjunto de hermosos talento y gran arte con el que se dispensan las habitaciones, y muy útil para su uso, tamaño y majestad en para su apariencia, equilibrada en las medidas y proporción sobre todo graciosísima. Y en resumen un trabajo hecho con enorme diligencia, en cuanto a la obra del escoplo y en cuanto al resto de los operarios. Por lo que mereció y merece el Cronaca comentario de cualquier de persona que conoce sobre arte. Y el palacio fue y se celebrará siempre como una de las más bonitas obras modernas que tiene Florencia.

Hizo aún la sacristía de Santo Spirito en Florencia (#), templo en ocho caras trabajado con elegante proporción y con ternura acometida hasta con la menor piedra. Fueron aún algunos capiteles llevados de la feliz mano de Andrea dal Monte Sansovino, que los trabajó con suma perfección. Del mismo modo hizo el recibidor de la sacristía, que se tiene por muy hermosa obra, sí bien el partimento que está sobre las columnas no coincide del todo con ellas.

Hizo Simone la iglesia de San Francesco dell´Ossservanza (#) sobre la colina de San Miniato, y del mismo modo, todo el convento de los monjes de Santa María, que es muy elogiada y de buen garbo, en todas las capillas, las ventanas y todo lo que se se ve.

En el palacio de la Soberanía de Florencia, en la sala del Gran Consejo, hizo unos caballos de madera para resistir el techo, que se tiene por cosa admirable, ingeniosos y magníficos, que le dieron mucho renombre.

Era un sectario de las cosas que Girolamo Savonarola decía, con las cuales a muchos había vuelto locos, que fuera de aquéllas no quería razonar.

Por último, a la edad de 55, luego de una enfermedad muy larga, murió. Y en su honor lo enterraron en la iglesia de San Ambrosio de Florencia en 1509 (1508), y poco tiempo después se hizo para él este epitafio:

CRONACA

VIVO; MIL Y MIL AÑOS, y MIL MAS AÚN

GRACIAS A QUE VIVEN MIS PALACIOS, Y MIS TEMPLOS

HERMOSA ROMA VIVIRÁ MI ALMA POR FLORA.

Tuvo el Cronaca un hermano escultor que se llamaba Matteo, el cual estuvo con Antonio Rossellino, el escultor, y por tener agilidad natural con el dibujo, y buena práctica trabajando el mármol, por lo que se esperaba universalmente que alcanzaría la perfección. Pero la muerte le sorprendió a la edad de 19 años, y no se pudieron ver los frutos suyos, quedando inmaduros, aunque por la bondad no parecían obras en absoluto inmaduras.


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