PROEMIO DE LA TERCERA PARTE DE LAS VIDAS
Texto traducido de "las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", descritas por Giorgio Vasari, Edición Torrentina de 1550
Realmente dieron un gran impulso las artes, en la arquitectura, pintura y escultura por aquéllos excelentes maestros a quienes describimos hasta ahora, en la segunda parte de estas Vidas, que añadiendo a las primeras cosas reglas, orden, medida, dibujo y maneras, si no muy perfectas, tanto al menos cerca de la verdad, de tal manera que los terceros de los cuales razonaremos a continuación, pudieron mediante tal luz alzarse y conducirse a la suma perfección, dónde debemos las cosas modernas de mayor valor y más celebres. Pero para que se conozca con más claridad la calidad de la mejora que hicieron dichos artistas, en absoluto estará de más decir en pocas palabras las cinco novedades que nombré, y discurrir largo de donde ha nacido esta calidad, que ha sobrepasado al siglo antiguo, dejando el moderno así de glorioso.
Fue entonces la norma en la arquitectura siguiendo el método de medir las antigüedades, observando ahora las plantas de los edificios antiguos en las obras modernas; Se trató de dividir los distintos géneros, pero que a cada cuerpo le correspondiesen los miembros suyos, dejando de intercambiarse más entre ellos el dórico, el jónico, el corintio y el toscano; y la medida fue universal, así en la arquitectura, como en la escultura, haciendo los cuerpos de las figuras rectos, y derechos con los miembros organizados uniformes; y similarmente se hizo en la pintura. El dibujo fue a imitar lo más bello de la naturaleza en todas las figuras, fueran talladas o pintadas, lo cual acaba, de tener en la mano el talento, y el ojo para relacionar lo que se ve con lo que se dibuja, ya sea sobre hojas o tablas o cualquier otro plano, muy exactamente y en su punto; y de la misma manera en los relieves y en la escultura; las maneras alcanzaron a continuación la mayor hermosura, luego de haberla puesto con frecuencia a retratar las cosas mas bonitas, y de ellas las mejores, ya fueran manos, la cabeza o el cuerpo, o piernas, unidas luego en conjunto y de hacer luego una figura con todas estas bellezas como más se podía; y poner en uso esto en cada obra, para todas las figuras, siendo esto la razón, como se diría de estas hermosas maneras.
Estas cosas no las había hecho Giotto, ni los primeros artistas, habían descubierto los comienzos de toda esta dificultad, y los aplicaban superficialmente, como en el dibujo, más verdadero de lo que era antes y mas similar a la naturaleza, y algunas cosas en la unión de colores y en la composición de las figuras en las historias y muchas otras cosas, de las cuales bastante se razonó. Así bien los segundos aumentaron en gran parte en las artes todas las cosas dichas, ellas no habían sido sin embargo muy perfectas, no estaban tan refinadas y finas como para alcanzar la total perfección. Al faltar confianza en la norma, no siendo aún de norma la regla, ni las licencias se controlaban dentro de la norma para que no pudiera crear confusión o dañar el orden, siendo que había necesidad de invención copiosa de todas las cosas y de una determinada belleza seguida en cada detalle, que pusiera de manifiesto todos estos ornamentos. En las medidas faltaba un juicio recto, sin que las figuras fueran medidas, dotándolas de un tamaño, y con una gracia que excediesen las medidas. En el dibujo no se habían alcanzado sus límites, porque así bien se hacía un brazo redondo y una pierna derecha, no se conseguía con músculos esta facilidad graciosa y suave, que aparece y se oculta, como hacen la carne y las cosas vivas: porque se hacían crudos y ruines, que no eran fáciles a los ojos y con dureza en las maneras, a la cual faltaba una elegancia fina y graciosas en todas las figuras y sobre todo las mujeres y los putti con miembros naturales como en los hombres, pero cubiertos de esa grasa y carnosidad, que no son toscas sino como naturales, eso que da el arte con dibujo y juicio.
Les faltaban aún la copia de las hermosas prendas de vestir, la variedad con muchísimas rarezas, la hermosura de colores, la universalidad en los edificios con perspectiva y la variedad en los paisajes. Y aunque muchos de ellos comenzaban como Andrea Verrocchio, Antonio del Pollaiuolo y muchos otros más modernos, que pretendían hacer sus figuras más estudiadas, y que tenían mejor dibujo, con esa imitación más parecida y mas cercana a las cosas naturales, Pero aún no se alcanzaba, aunque nosotros estamos ciertos, de que ninguno iba ya opuesto al orden y que sin embargo sus obras eran aprobadas en segundo lugar luego de las antiguas, como se vio en las medidas cuando el Verrocchio rehizo las piernas y los brazos de mármol del Marsias (#) de la casa de los Médici en Florencia. Que le faltó un buen acabado sobre todo en el final de los pies, aunque corresponde no cuenta con la perfección y la flor del arte, si hubiera sido así, sus encargos tendrían una gallardía resuelta en las obras, y se alcanzarían la gracia y una pulcritud, que son lo mejor, aún que no tenga diligencia, ya se dan unos finales artísticos con unas hermosas figuras, ya sean relieve o pintadas, aunque podemos reconocer el esmero. Aquella terminación fina que nos falta, no se podía conseguir rápidamente, si se produce por el estudio, la manera torna en sequedad, cuando se toma para terminar obras con este método. Bien lo encontraron a continuación después ellos otros, al ver desenterradas algunas antigüedades citadas de Plinio (libro 36 ) de las más famosas: el Laoconte, el Hércules y el torso del Belvedere, la Venus , la Cleopatra (mientras la recosideraban a Ariadna se encontraron 2 más # #), el Apolo y otras muchas, que en su dulzura y en asperezas con términos carnosos y sacados de las principales bellezas en vivo, con algunos movimiento, aunque no contorsionan del todo el cuerpo, tienen algunas partes moviéndose, y muestran una muy hermosa gracia. Y fueron la causa de limpiar una determinada manera seca, cruda y mordiente, que por el excesivo estudio habían dejado en este arte Pietro de la Francesca, Lazzaro Vasari, Alesso Baldovinetti, Andrea del Castagno, Pesello, Ercole Ferrarese, Giovan Bellini, Cosimo Rosselli, el Abad de San Clemente, Domenico Ghirlandaio, Sandro Botticelli, Andrea Mantegna, Filippo y Luca Signorelli; quiénes esforzándose pretendían hacer lo imposibles en el arte con su trabajo y máxime en los escorzos y en las vistas desagradables, para ellos muy complicado quedando ásperos y difíciles, a los ojos de quienes los observan. Y aún que la mayoría estuvieran bien dibujadas y sin errores, les faltaban también un espíritu de la diligencia (que no se ve nunca), y una dulzura en la unidad de los colores, que lo comenzaron a emplear en las cosas suyas Francia Bolognese y Pietro Perugino. Y el pueblo al verlo corría como locos a esta nueva belleza más viva, pareciéndoles a ellos absolutamente que ya nunca se podría hacer mejor.
Pero el error en que estaban se demostró a continuación claramente, en las obras de Leonardo da Vinci, que, al dar principio a aquélla tercera manera que queremos llamar la moderna, por otra gallardía y habilidad de dibujo, y otra manera de representar sutilmente todos los detalles de la naturaleza tal como son, teniendo en cuenta como es ella, con buena norma, y mejor trato, recta medida, dibujo perfecto y gracia divina, muy abundante de copias y muy profundo arte, que dio realmente a sus figuras el movimiento y el aliento. Siguió después él, aún que bastante lejos, Giorgione de Castelfranco, que difuminando sus pinturas y dándoles una terribilidad del movimiento a algunas cosas, como es la historia de la escuela de San Marcos en Venecia, donde con un tiempo turbio que truena (#), y hace temblar la pintura, y las figuras parecen moverse por la tabla, por una determinada oscuridad de sombras bien realizadas. No menos que este dicho dio a sus pinturas fuerza, relieve, dulzura y gracia en los colores fray Bartolomeo de San Marco. Pero más que ninguno el muy gracioso Raffaello de Urbino, el cual estudiando los trabajos de los artistas viejos y modernos, tomando de todos lo mejor, y recogido, logró la perfección el arte de la pintura y la entera perfección, que tuvieron antiguamente las figuras de Apeles, Zeuxis y otros, si se pudiera mostrar las obras de estos para tomar parangón. Donde la naturaleza quedó vencida de sus colores, y la invención les resultaba tan fácil que se puede juzgar quien ve las historias suyas, que son similares a los escritos, mostrándonos en aquéllas los lugares similares y los edificios, cosas como en la gente nuestra y extraños, las caras y las prendas de vestir, según quiso: Tenía el don de la gracia en las cabezas, de jóvenes, viejos y mujeres, reservando modestia a la modesta, lasciva a la lasciva y a los putti manteniendo los vicios en los ojos y manteniendo los juegos en las aptitudes. Y cosas de sus tejidos doblados, ni demasiado simples, ni intrincados, pero con un aire que parecen verdaderos. Siguió en esta manera, pero más suave coloreando y sin tanto vigor Andrea del Sarto, pero de quien no se puede decir que no fuera raro, porque las obras suyas no tienen errores. No se puede expresar el encanto y la vivacidad que hizo en las obras Antonio de Correggio, dando a los cabellos, no de esa manera fina en que los hacían antes de él (difícil, mordaz y seca), dándoles una esponjosidad y flexibilidad, que se perciben de uno en uno, en la facilidad de hacerlos, que parecían de oro y más bonitos que los vivos, a los que supera en color. Similar hizo Francesco Parmigianino, quien en muchas partes lo supera en gracia y adornos y bonitas maneras, como se ve en muchas pinturas suyas, las cuales se ven caras resolutivas y ojos vivaces, como reales, que parece tener pegado el pulso, como más satisfizo a su pincel. Pero quien considere las obras de las fachadas de Polidoro y de Maturino, verán a las figuras hacer gestos que son imposibles, que no se pueden hacer, y asombrará como se puede razonar con la lengua que es fácil, pero expresar con el pincel muy terribles invenciones puestos en sus trabajos con tanta práctica y la destreza, representando los hechos de los Romanos como propiamente fueran. ¿Y cuántos hay que dieron la vida a sus figuras con los colores? Como el Rosso, fray Sebastiano, Giulio Romano, Perino del Vaga, porque de los vivos, no nos atañe que incluso son muy conocidos. Pero el que entra las muertos y los vivos se lleva la palma y sobrepasa y oscurece a todos es el divino Miguel Ángel Buonarroti qué no solamente tiene el principado de las artes, si también de todas en su conjunto. Este sobrepasa ya no solamente a todos, que casi tienen ya vencida la naturaleza, y ya a los mismos los muy famosos antiguos, que loados fuera de duda la sobrepasaron: y único precisamente que triunfa sobre aquellos, sobre estos y sobre ella, no imaginándose apenas cosa tan extraña y muy difícil, que él con la virtud de su muy divino talento, por medio de la industria, el dibujo, el arte, el juicio y la gracia, con mucho no se puede superar. Y no solamente en la pintura y en los colores, bajo cualquier clase se incluyen todas las formas y todos los cuerpos derechos o no, palpables e impalpables, visibles e invisibles, pero también en la extrema rotundidad aún de cuerpo: y con la punta de su escarpelo y el hermoso y fructífero trabajo, ha extendido ya tanta ramas y tan honradas, que luego de tener lleno el mundo de un estilo tan poco usual de frutas tan excelentes, aún dio por acabar y terminar estas tres muy nobles artes con su maravillosa perfección, que bien se puede decir seguramente que sus estatuas en cualquier parte de aquéllas, son mucho más bellas que las antiguas. Al conocerse y poner en parangón cabeza, manos, brazos y pies formados por uno y por otros, permanece en las de este un determinado fundamento más sólido, una gracia más enteramente graciosa y mucho más en términos absolutos, perfección. Conducida con un determinado dificultad que parece fácil en su manera, pero que es imposible ver nada mejor. Y lo mismo en consecuencia se puede creer de sus pinturas. Cuáles, si por ventura nosotros las pudiéramos comparar con las muy famosas griegas o romanas, de poder estar ellas frente a frente, tanto más serían apreciadas, cuánto más aparecen sus esculturas superiores al todas las antiguas. Pero sí tanto admiramos nosotros a los famosos artistas, que recibieron tantas recompensas y con tanta felicidad, ellos dieron vida a las obras, ¿Cuánto más debíamos celebrar y poner en cielo a estos muy raros talentos, que no solamente sin premios, y con una pobreza miserable hacen frutos así de preciosos?. Que se crea y afirme aun que si en nuestro siglo fuera la remuneración más justa, lograrían seguramente obras mejores y más grandes, que las que hicieron nunca los antiguos. Pero por tener que combatir más con el hambre que con el renombre, tienen enterrados los pobres talentos, sin darse a conocer (culpa y vergüenza de quien podría aliviarlo pudiendo y no se ocupa). Y es suficiente para la intención, siendo ya tiempo de volver a las Vidas, tratando distintamente de todos estos que hicieron obras celebradas en ésta tercera manera: quien lo inició y con quien empezamos Leonardo da Vinci.
Fin del Proemio