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Il Rosso

Pintor Florentino

Biografía de : "las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", descritas por Giorgio Vasari, Edición Torrentina de 1550


Los hombres preciados que a la virtud se dan con todas las fuerzas y a ella se abrazan, son también alguna veces, cuando menos se lo esperaban, exaltados y honrados en tal exceso respecto de todo el mundo; como abiertamente puede verse en los trabajos que il Rosso, pintor florentino puso en el arte de la pintura.

Quién en Roma y en Florencia no fue remunerarlo satisfactoriamente, lo encontró en Francia que por aquellos fue reconocido de tal suerte que la gloria pudo apagar su sed y cualquier tipo de ambición que pueda ponerse en el pecho de un autor. Ya no podía ser alcanzada dignidad, honor o grado mayor, puesto que nadie sobre él, ante el gran rey, como este de Francia, a quien bien veía y apreció mucho. Y la verdad que con tales méritos, si la fortuna no se lo hubiera proporcionado, le habría hecho una injusticia muy grande. Il Rosso tenía otra virtud, pues tenía una hermosa presencia; y su modo de hablar era muy garbado y grave; era buen músico y tenía excelentes fundamentos de filosofía, y lo que importaba más que cualquier otra su gran calidad, fue muy bueno en las composiciones de las figuras suya, muy poéticas, y en dibujo orgulloso y fundado, con una suelta manera y terribilità en cosas extravagantes, y muy buen compositor de figuras.

En la arquitectura fue gracioso y extraordinario, y siempre por muy pobre que estuviera, fue rico de espíritu y grandeza.

Y si en los trabajos de la pintura algunos alcanzan lo que il Rosso tuvo, continuamente los celebrarán tanto como a él. Pues quién con bravura no tienen uniformidad en los trabajos, quedarán mal, en vez de como él sin esfuerzo ni dificultad, excluido ciertamente de debilidad y tedio, que infinitos sufren para hacer sus cosas para lograr que de nada parezcan algo.

Dibujó il Rosso en su juventud el cartón de Miguel Ángel, (la batalla de casina) pero con pocos maestros quiso estudiar el arte, teniendo determinada opinión contraria a las maneras de estos, como se ve fuera de la puerta a San Pier Gattolini de Florencia, a Marignolle, un tabernáculo trabajado al fresco con un Cristo muerto (dice en la Giuntina de Piero Bartoli, ¿actuó como ayudante?), donde comienza a mostrar cuanto deseaba una manera vigorosa y mayor que los otros, suelta y maravillosa.

Trabajó sobre la puerta de San Sebastián de los Servi, las armas de los Pucci con dos figuras que en este tiempo hizo maravillarse a los artistas, y viendo el logro, le creció el espíritu tanto que, teniéndolo por maestro Iacopo, el monje servita, que se dedicaba a la poesía, luego de hacer un marco de la virgen con la cabeza de San Juan Evangelista de media figura, convencido por él, hizo en el patio de dichos siervos, al lado de la historia de la Visitación que trabajó Iacopo da Puntormo (#), la Asunción de la virgen (#), donde hizo un cielo de ángeles, todos niños desnudos, que bailan en torno a la virgen rodeándola, con escorzo, y muy hermosos contornos y con muy graciosos garbo girando en el aire; de manera que si el color fuera como el de la madurez del arte con la que a continuación creció con el tiempo, tendría superadas por orden de dibujo, a las otras historias las igualó e incluso las pasa. Hizo a los Apóstoles cargados de muchos tejidos, demasiada cantidad, pero las aptitudes y determinadas cabezas son muy hermosas.

Le pidió hacer el encargado del hospital de Santa María Novella un tabla (#), que, al ver abocetado, le parecieron, como aquél que era persona que no oye de este arte, todos estos santos, pareciendo diablos, teniendo il Rosso el hábito, en sus pruebas al óleo, de hacerlos con aires crueles y desesperados, y en al final los ablandaba el aire y daba bondad, para que se marchó de la casa y no quiso la tabla, diciendo que lo había engañado. Pintó así mismo sobre otra puerta las armas de Papa León con dos niños, hoy estropeada.

Y para las casas de los ciudadanos hizo más obras y muchos retratos.

Hizo para la llegada de Papa León a Florencia sobre la esquina de Bischeri un arco muy bonito.

A continuación trabajó al Señor de Piombino una tabla con un Cristo muerto muy bonito, y le hizo aún un capilla pequeña.

Y del mismo modo en Volterra pintó una muy hermosa Deposición de la Cruz (#).

Habiendo crecido sus pagos y su fama, hizo en Santo Spirito de Florencia la tabla de los dioses (#), (que ya tenían encargado a Raffaello de Urbino, que la dejó para cuidarse de la obra que había tomado en Roma), la cual il Rosso trabajó con muy bonita gracia, dibujo y vivacidad de colores. Nadie piense que ninguna obra tenga más fuerza o se muestre más hermosa desde lejos que aquella, la cual por la bravura en las figuras y por el carácter abstracto de las aptitudes, no fue más elogiada que otros, que se tuvo por muy extravagante. Pero luego, poco a poco, fue conociendo el pueblo la bondad de aquélla, y le dieron elogios maravillosos.

Hizo en San Lorenzo la tabla de Carlo Ginori, con los Esponsales de la virgen, tenida como cosa muy bonita (#). Y en verdad que en su facilidad de hacer, nunca ha habido quien en práctica o destreza lo haya podido superar, y ni de largo acercársele. Era en el coloreado tan suave, y con tanta gracia pintaba los tejidos, como el deleite, que para tal arte tomaba, que hizo que siempre fuera celebradísimo y admirable, y quien vea la obra observará y conocerá que todo esto que escribo es verdadero.

Hizo aún a Giovanni Bandini, un marco con algunos desnudos muy bonitos, una historia de Moisés cuando mata al egipcio (#), en el cual habían cosas muy alabadas; y creo que fue enviada a Francia.

Del mismo modo hizo otro a Giovanni Calvacanti, que fue a Inglaterra, cuando Jacob se toma el agua de estas mujeres de la fuente, que se tuvo por divina, pues había desnudos y hembras trabajadas con suma gracia (Hay quien lo identifica con nº 201 del catálogo Museo de Pisa), a las cuales continuamente se divirtió haciedo paños sutiles, y peinados en la cabeza con trenzas y confecciones para la espalda.

Estaba il Rosso, cuando hacía esta obra, en el Burgo de los Tintori, que dan las habitaciones los jardines de los monjes de Santa Croce, y se pasaba el tiempo con un mono, que tenía espíritu más de hombre que de animal; al que apreciaba mucho, porque en consecuencia tenía un inteligencia maravillosa, y le hacía hacer muchos servicios. Se produjo que este animal cayó enamorado del muchacho, llamado Batistino, que era muy hermoso, y adivinaba sin decirlo todo lo que quería, por las señales, que su Batistino le hacía. Por lo que, estando de la banda de las habitaciones de detrás, que daban al jardín de los monjes, donde un emparrado, estos jóvenes enviaban al mono por la ventana menos alejada, y con una cuerda sobre ellos subían al animal con las manos llenas de uvas. El encargado, encontrando más vacío el emparrado y no sabía como, al dudar de las ratas, se puso en guardia, y viendo el mono de il Rosso que descendía, todo encendido en ira, tomando una vara para apalearlo, se aportó hacia él con rapidez, corriendo. El mono, avisado que si saltaba hacia arriba le daba, y si bajaba lo mismo, comenzó a botar y a arruinar el emparrado, y con el espíritu de querer volcarlo hacia el monje, con las dos manos tomó los últimos travesaños que ceñían el emparrado; y al tiempo que el monje blandía la vara, y el mono sacudió el emparrado por miedo, de suerte y con tal fuerza, que hizo sacar de los agujeros las varas y las cañas: por lo que el emparrado y el mono juntos cayeron sobre monje, que gritaba misericordia, momento que aprovechó el mono y los otros para sacarlo con la cuerda, y el mono volvió a la habitación. Disgustado el encargado desde su terrazo, les dijo cosas fuera de la misa; y con cólera y mal espíritu se fue al tribunal de los Ocho, tribunal en Florencia muy temido. Tras presentar la denuncia se llamó a il Rosso, y se condenó a llevar un contrapeso bajo el culo, para que no pudiera saltar, como tenía en primer lugar hábito para hacerlo en los emparrados. il Rosso le puso una tela con un cincel, esto le tenía, aunque por la casa podía ir, pero no saltar como antes hacía. Porque se vio a tal suplicio condenado, el mono pareció que culpaba al monje de su estado en esta causa, por lo que cada día se ejercitaba saltando no con las piernas sino con las manos sujetando el contrapeso, hasta que lo conseguía. Porque, estando un dias suelto por la casa, saltó a poco a poco de techo en techo, hasta llegar a la estancia del encargado y llegó sobre el techo de la habitación suya. Y dejando el contrapeso, le hizo durante media con mucho afecto un baile, que no dejó teja por romper. Y que se volvió a casa, sintiendo en tres dias por la lluvia las denuncias del prior.

Al terminar las obras il Rosso, con Batistino y el mono se marcho a Roma, y siendo muy grande el deseo, viéndose algunos dibujos hechos por él, que habían sido tenidos por maravillosos, por que il Rosso dibujaba divinamente y con gran con pulcritud.

Quisieron que hiciera en la Paz, sobre las cosas de Raffaello, un obra, la cual no pintó nunca peor en sus días (#, #), no puedo imaginar por lo que procedió así, a no ser que se inflase de inútil gloria y así actuase del mismo modo, siendo nada considerado las cosas: y sucedió, que al poco apreciarse, se consideró lo suyo menos a continuación.

En este tiempo hizo al Obispo Tornabuoni, amigo suyo, un marco de un Cristo muerto, sostenido de dos ángeles (#), que hoy está en casa de Monseñor della Casa, el cual fue una muy bonita empresa.

Hizo para Baviera, en dibujos para grabados, de todos los dioses, tallados a continuación de Iacopo Caraglio algunos, cuando Saturno mudo en caballo, y cuando Plutón raptó a Proserpina.

Trabajó una prueba del degüello de San Juan Batista, que hoy está en una iglesia pequeña en la plaza de los Salviati en Roma.

Por este tiempo se produjo el saqueo de Roma (1527), donde el pobre il Rosso lo hicieron prisionero los Alemanes. Asimismo fue expoliado de sus vestidos, descalzo, y sin nada en la cabeza, le hicieron llevar encima pesos, y casi evacuar toda la tienda de un fiambrero. Maltratado de aquéllos, se fue raudo a Perugia, donde le vistió Domenico de París, pintor que lo trató muy bien; y dibujó para él un cartón de un tabla de los reyes magos, el cual se ve en su casa, cosa muy bonita.

No mucho permaneció en tal lugar, luego que oye que al Burgo había venido el Obispo Tornabuoni, huido el también del saqueo, y llegarse allí quiso. Estaba en este tiempo en el Burgo Raffaello da Colle, pintor, discípulo de Giulio Romano, que en su patria había tomado para hacer, en Santa Croce, a la Compañía de los flagelados, un tabla por poco precio, quien amablemente se la dejó al Rosso, para que en esta ciudad permaneciese alguna reliquia suya.

Por lo que la compañía se quejó por ello, pero el obispo lo respaldó. Mientras que il Rosso trabajaba esta tabla, tomó nombre, y en este lugar se le tuvo en gran cuenta, y la tabla puesta en la obra en Santa Croce, en la cual hizo la Deposición de la Cruz (#), que es cosa muy rara y bonita, por haber observado en los colores un determinado oscuro por el eclipse en que había muerto Cristo, trabajada con enorme diligencia.

Se le hizo en Cittá di Castello el encargo de un tabla (#), el cual queriendo trabajar mientras daban yeso, cayendo un techo la rompió toda.

Cogió unas malas fiebres, que casi se muere, por lo que del Castello lo llevaron al Burgo. Luego le siguió a este mal la cuartana, y se marchó a continuación al Pieve, a Santo Stefano, a tomar el aire, y por último a Arezzo, donde se alojó en casa de Benedetto Spadari.

Al estar a sus servicio se empeñó por medio de Giovanni Antonio Lappoli aretino y de cuantos amigos y parientes tenían, para que pintase la Virgen de las Lágrimas en una bóveda, encargada ya a Niccolò Soggi pintor. Y porque dejase memoria en esta ciudad, le encargaron al precio de trescientos escudos de oro. Por lo que il Rosso comenzó los cartones en una habitación que le habían entregado en dicho lugar llamado Murello, y quiso terminar cuatro de ellos. En uno hizo a los primeros padres atados al árbol del pecado, y a la virgen que les saca de ellos el pecado de la boca, figurando para ello la manzana, y bajo los pies la serpiente, y en el aire, al querer figurar que estaba vestida del sol y la luna, hizo a Febo y Diana desnudo. En otro hizo cuando el arco de la alianza es llevada por Moisés, figurado a la virgen a quien ciñen las virtudes. En otro, el trono de Salomón (cartón en el museo Bonat de Bayona nº 1741), al cual le ofrecen votos, representado también por ella, al significar estos que recurren a ella para pedir ayuda y gracia, con otras bizarras imaginaciones, del peregrino y hermoso talento de Micer Giovan Pollastra canónico aretino y amigo (y amigo de Vasari) de il Rosso. Mientras trabaja, no dejaba por cortesía de hacer de continuo dibujos para todos los de Arezzo y del exterior, para pinturas o para edificios, que tenían necesidad. Fiador suyo en esta obra fue Giovanni Antonio Lappoli aretino y amigo muy seguro, que lo trató en todos los sentidos con mucho afecto. Se produjo que el año 1530, el asedio de Florencia, y estando los Aretinos con poca prudencia de Papo de gli Altoviti permanecieron en libertad, combatieron la ciudadela y la destrozaron. Y porque veían a los florentinos de mal grado, il Rosso no quiso tomar confianza con ellos, y se fue al Borgo de San Sepolcro, dejando los cartones y los proyectos de la obra guardados en Cittadela: porque los que le tenían encargada la tabla en Castello, volvieron a que la terminase; pero por el mal que podría tener en Castello, no quiso ir, y en el Borgo terminó la tabla de ellos (#). Nunca les volvió a dar la alegría de poderlo verlo: dónde figuró un pueblo y un Cristo en aire adorado de cuatro figuras, e hizo moros, y cíngaros, las más extrañas cosas del mundo; y de las figuras en exterior, que de bondad son perfectas, la composición se adapta para todo, menos al espíritu con cuya pintura le pidieron.

Al mismo tiempo que tal cosa hacía, desenterraba muertos en el obispado, allí donde estaba, e hizo muy hermosas anatomías. Y en verdad, il Rosso era muy estudioso en el arte. Nunca pasaba un día sin pintar algún desnudo dibujado del natural.

Ya le había venido el capricho de querer terminar su vida en Francia y quitarse de esta miseria y pobreza, porque trabajando los hombres en la Toscana y en el país donde nació, se mantienen siempre pobres. Pero, para parecer mejor entre bárbaros, pretendió aprender la lengua latina, que aprendió muy bien.

Ahora bien, se produjo el jueves santo, cuando se dicen los oficios de noche, que tenía un adolescente aretino como discípulo, quien con un cirio encendido y con pez griega hacía algunas llamas de fuego en las tinieblas, sufrió una reprimendas de los sacerdotes que le pegaron. Y il Rosso, sentado, viendo a un sacerdote que lo pegaba, se fue hacia el sacerdote. Como nadie sabía cierto quien era, hubo un tumulto, y contra il Rosso extrajeron algunas espadas, por lo que se dio a huir con destreza, escondiéndose en las habitaciones suyas sin que nadie pudiera alcanzarlo, teniéndose por esto como ofendidísimo. Por lo que, terminada la tabla del Castello, él no se ocupó más de trabajos en Arezzo, ni del daño que hacía a Giovanni Antonio, habiéndole adelantado ciento cincuenta ducados.

Partió de noche, hacia Pesaro, llegando a Venecia, donde retenido por Micer Pietro Aretino, le dibujó un papel para imprimir, de cuando Marte duerme con Venus y los Amorcillos y las gracias lo desnudan y le extraen la coraza (#).

Luego, llegó a Francia, a París, donde con favor grande de la nación hizo al rey dos cuadros, uno un Baco (#??), y otro de Venus (#??), que fueron colocadas en Fontainebleau en la galería del rey, que a él le pareció milagrosa, y más le pareció la presencia de il Rosso, que lo consideró (según sus palabras) digno de cualquier beneficio y lo constituyó como superintendente de la ornamentación de las obras, y le ofreció la canonjía de la Santa Capilla de la Virgen de París.

Y al seguir al servicio del rey, hizo habitaciones trabajadas de estuco en este lugar, con muchas historias y formas de chimeneas y puertas fantásticas. Y la verdad il Rosso era milagroso en esto. Por lo que se le ofrecieron otros beneficios, y tuvo la liberalidad de este rey con mil escudos de entrada y la provisión para la obra, que habían sido muy grandes.

Hizo aún un cartón para hacer una tabla a la Congregación del Cabildo, dónde era canónico, y muchos otros, de los que no se llega hacer memoria. Baste que no mas vivía de pintor, para vivir de príncipe, tenía muchos servidores, caballos, y poseía muy bonitas tapicerías y objetos de plata.

Se produjo, como quisiera la envidiosa fortuna, que no deja nunca largo tiempo en alto grado a quien se exalta con felicidad, que estando con Francesco di Peregrino, florentino, quien se divertía con la pintura muy amigo y su criado, sucedió, en este tiempo que le robaron algunos centenares de escudos a il Rosso; y al no tener otra sospecha que de Francesco, lo hizo apresar del tribunal con rigurosos interrogatorios. Pero como inocente se encontraba, no confesando otra cosa que la verdad, finalmente fue liberado. Y encendido de justo desprecio contra lo dicho por il Rosso, ya que con fuerza experimentó el oprobio y cargo con el que le acusó. Le puso pues un pleito de injurias y lo dejó de tal manera, que il Rosso al no poder defenderse de esto y doloroso, pareciéndole continuamente tener vituperado al amigo y su honor. Y si desdecía o mantenía otras ofensas, se declaraba así mismo como mal hombre.

Donde deliberando de morir, que soportar injurias por mano de otros, decidió luego lo siguiente. Un día que el rey se encontraba en Fontainebleau, envió un campesino a París por determinado licor venenoso, diciéndole quererlo para hacer colores y barnices. Y tenía tal malignidad eso, que al campesino mismo, que portándolo lo tuvo siempre con el dedo gordo sobre la boca del frasco, diligentemente tapado con cera, su mortal virtud casi le consumió este dedo. Y il Rosso que estaba muy sano, tomó esta cosa después de comer ya a las pocas horas terminó el curso de su vida. Y se ganó estos epitafios:

D(atvr) M(ori)
ROSCIO FLORENTINO PICTORI TVM INVENTIONE
AC DISPOSITIONE TVM VARIA MORVM EXPRESSIONE TOTA ITALIA GALLIAQVE CELEBERRIMO.
QVI DVM POENAM TALIONIS EFFVGERE VELLET VENENO LAQVEVM REPENDENS TAM MAGNO
ANIMO QVAM FACINORE IN GALLIA MISERRIME PERIIT. VIRTVS ET DESPERATIO FLORENTIAE
HOC MONVMENTVM EREXERE.

aprox: Todos hemos de morir. Roscio, pintor florentino, que por su invención y disposición y variadas expresiones, por toda Italia y Francia es célebre. Que por evitar la ley del talión, cambió el veneno por la horca, con magno ánimo en la adversidad murió miserablemente en Francia. Con virtud y desesperación la villa de Florencia le levantó este monumento.


LA SOMBRA DEL ROSSO ESTÁ AQUÍ, FRANCIA TIENE SUS HUESOS;
SU FAMA CUBRE EL MUNDO; PORQUE EL CIELO RESPONDE A QUIEN CON SUS BELLAS OBRAS LO LLAMA; YA QUE SU ALMA NO PASA LA INFERNAL FOSA.

 

Llegando la noticia al rey, muy disgustado, doliéndole mucho il Rosso. Y porque la obra no sufriera la hizo seguir con Francesco Primaticcio boloñés, que había trabajado muchas habitaciones, quien como a il Rosso le ofreció en este tiempo una Abadía. P

Sucedió la infeliz muerte de il Rosso el año 1541 (14/11/1540). Luego de haber enriquecido el arte en el dibujo y poniendo de manifiesto a los otros que después han venidos, cuánto acompaña en el dote del arte, un vago, pulcro y buen dibujante, y lo que adquiere de un príncipe por ser universal. Por esta causa los talentos modernos ahora en muchas partes lo imitan; olas, siendo causa de beneficio, merece elogio por el renombre de sus obras y por tal ejemplo en el arte.
 

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