Dedicatoria de las vidas
Al ilustre y excelente señor Cosimo de Médici Duque de Florencia
Distinguido señor: continuando su Excelencia el seguir las huellas de sus muy famosos progenitores y de su natural magnanimidad incitada y empujada, que no deja de favorecer y exaltar cada suerte de virtud por todas partes que se encuentren, y tiene especial protección de los dibujantes, e inclinación a los artistas, conocimiento y deleite por las bellas y extraordinarias obras, pienso que le seré agradable por esta obra mía, de escribir las vidas, los trabajos, las maneras y las condiciones de todos los que, estando apagadas, primeramente resucitaron, y a continuación de vez en cuando aumentaron y realzaron, elevándolas, a la extraordinaria belleza y majestad en que se encuentran en estos días. Y asimismo que tales fueron casi todos toscanos y florentinos muchos de ellos muy famosos antiguos y premiados con honores e incitados y ayudados a realizarlas, se puede decir que en su estado, y en su muy feliz casa, y para beneficio suyo, tenga el mundo a estos por recuperadores y para ennoblecerlo y embellecerlo sea.
Debido a que este siglo, está obligado y la suerte de los autores deben comúnmente a los suyos y a ella (su magnanimidad) como de la virtud de ellas y de la protección hacia estas profesiones, y para los que como yo os deben particularmente, por haber aprendido ellas, por ser súbdito, para serle fieles, porque me elevé en parte bajo Hipólito Cardenal de Médicis y bajo Alejandro su antecesor, y porque estoy infinitamente agradecido a los restos del Magnífico Ottaviano de Médici, por el que fui sustentado, fui amado y defendido mientras que él vivió, por todas estas cosas digo, y porque de ningún otro considerará la utilidad de ella y el cansancio y la diligencia hecho para conducirla, me pareció que a su Excelencia solamente convenía dedicarla, y bajo su honorable nombre quise que llegue a las manos de los hombres. Se digne ruego a su Excelencia de aceptarla, favorecerla, y si la altura de sus pensamientos le dejan, a veces de leerlo, refiriéndose a la calidad a cosas que allí se trata de mi pura intención; que no es procurarme elogios como escritor, pero como autor de alabar la industria y restablecer la memoria de estos que, al dar vida y adorno en estas profesiones, no merecen que sus nombres y las obras queden muertas y en el olvido.
También al mismo tiempo, con el ejemplo de muchos hombres valiosos y con las noticias de tantas cosas que se recogieron en este libro, pensé de servir a no pocos profesores en el ejercicio de estos y de divertir a todos los otros que tienen gusto y gracia. He pretendido hacerlo con cuidado y con la fe de quien busca la verdad de la historia y en las cosas que se escriben. Pero si la escritura, por ser ser inculta y de natural como mi habla, no es digna de la oreja de Vuestra Excelencia ni meritoria de su claro talento, excusas pido, por su parte, que la pluma de un dibujante, como fueron ellos, aún, no tiene más fuerza que en las líneas y las sombras, por su parte, agradecido sería de que se dignara de gustar mi esfuerzo, considerando que mis necesidades las procuro con el ejercicio del pincel. Ni con ellos llegando a este término, imagino de poderme añadir ahora con fortuna, también favor, que con más conveniencia y con más elogio parecen más satisfechos otros que por las cosas del pincel en estas de la pluma para quizás explicar al mundo los conceptos míos cualquiera que sean.
Asimismo ayuda y protección que debo esperar de su Excelencia, como mi señor partidario de los pobres virtuoso, ha querido la divina bondad elegir para su vicario en la tierra muy santo y muy feliz al más grande Julio III Pontífice, amante y conocedor de cada suerte, virtud y de las artes excelentes y difíciles. Y de la que suma liberalidad, que espero descansar de muchos años consumidos y muchos cansancios hasta ahora sin ningún fruto. Yo que también me he dedicado como esclavo perpetúo a su Santidad, que como todos los autores de esta edad deben esperar honor y recompensan en tales ocasiones de su ejercicio, llegado en su tiempo al supremo grado de la perfeción y a Roma la cual adornan mucho estos nobles autores, que contando con los de Florencia que allí se aplican, todos los días su Excelencia les hace encargos, De otros maestros se escribirá, otras edades de mi libro.
Mientras tanto me contento que tenga buena fe en mi, y mejor opinión que ahora tiene, sin culpa por mi parte; deseando que no escuchara otros que desde mucho mi vida y mis obras mostrarán lo contrario de lo que se dice. Manteniendo el espíritu de honrarle y servirle siempre dedicándole mi enorme esfuerzo, como cada cosa mía, e incluso yo mismo, le suplico que no desprecie mi solicitud de protección o contemplar al menos con afecto lo que os presento, y tenga en gracia al recomendarme, humildemente beso las manos.
De Vuestra Excelencia su humilde servidor,
Giorgio Vasari, pintor
aretino