Boccaccino Cremonese
Pintor
Texto traducido de "las vidas de los mas excelentes arquitectos, pintores y escultores italianos desde Cimabue a nuestros tiempos", descritas por Giorgio Vasari, Edición Torrentina de 1550
Cuando el pueblo comienza a hablar de algunos como más excelentes,
por su fama más que por los hechos, es difícil de poder convencer,
aunque se tuviera razón, con las palabras. Hasta que las obras
mismas den la contraria a esta creencia, no descubren lo que son ellos.
Y es que el mayor daño que se puede causar a la juventud, mientras aprende, es el elogio que se da demasiado deprisa, ya que los talentos se cansan en impulsarse; y se inflan y se vuelven ásperos, y esto no le deja ir a continuación a más, y al no conseguir luego a continuación las obras con esta bondad que se esperaba, afligiéndose de esta culpa, se desesperan mucho del arte.
Donde quien saneados esté, debe temer mucho más a los elogios que los desprecios, porque aquéllos al halagar engañan, mientras los segundos baste descubrir y enseñar para dar el verdadero signo.
No tuvo esta sentencia presente Boccaccino Cremonese, que en Cremona y por toda la Lombardía, recibió renombre de raro y excelente maestro, porque mucho se le apreciaba en Roma y se le elogiaba;
Cuando volvió para ver las obras de Miguel Ángel, empujado por el renombre que había oído que tenía, se vino a Roma; y luego de verlas, no le parecieron para tanto y empezó a criticarlas, y le encargaron de pintar la capilla de Santa María Traspontina (perdida, estaba en trayectoria de la artillería hacia Sant´Ángelo, Pio IV la ordenó levantar de nuevo en 1558, después de esta edición). Luego de terminada y descubierta, todos los que pensaban que debía ir al cielo, no lo dejaron sobrepasar más allá de una azotea de las casas. Porque viendo los pintores de Roma esta Coronación de la virgen, que hecha tenía en tal obra, con algunos angelitos, cambiaron su maravilla por risas, por lo que partió de Roma y volvió a Cremona, donde siguió en el arte. Y pintó en el Duomo en el arcado central (#, #, #, #, #), las historias de la virgen, que es una obra muy considerada en esta ciudad.
Este enseñó el arte a su hijo llamado Camillo, el cual continuamente estuvo reparando la vanagloria de Boccaccino, como dan fe las obras que hizo en la iglesia de San Segismundo (#, #), alejada una milla de Cremona, que se considera por los Cremoneses su más bello y querido tesoro.
Hizo aún sobre el lugar, otro trabajo en la fachada de una casa, y en Santa Ágata (Son de Bernardino Cremonese) pinto todos los arranques de las bóvedas, y algunas tablas, y la fachada de San Antonio, y aún otras cosas que estando vivo hizo, y no obstante no logró terminar.
Buscó Boccaccino su manera, viendo antigüedades, y de las cosas de los maestros modernos, creyendo que podría avanzar mucho; pero al no poder hacerlo, culpa de la demasiada edad que tenía, siguió pintando de la misma manera. Y finalmente ya los 58 años de edad dicen que tras una larga enfermedad, pasó de esta vida.
En su tiempo estuvo en Milán, Girolamo Milanés miniador, que realizó muchas obras en toda la Lombardía. Hubo aún Bernardino del Lupino (Bernardino Luini) milanés, que fue muy delicado, vago y honesto en las figuras suyas, como se ven en esta ciudad y en Sarone, lugar alejado de Milán 12 millas, con los esponsales de la virgen (#), y otras historias en la iglesia de Santa María que hizo perfectamente al fresco.
Trabajaba tan bien al óleo
como al fresco, y fue persona muy agradable y servicial del arte; por
lo que justamente merece estos elogios como cualquier autor que brille
en la cortesía, resplandezca en las obras de la vida como en las del arte.