http://www.google.es/search?q=%22Jam%C3%A1s+ha+florecido,+en+%C3%A9poca+alguna,+la+pintura+sin+que+los+escultores&hl=es&client=firefox&hs=EW4&rls=FlockInc.:es-ES:official&filter=0

 Ninguno de ellos nos dice el traductor ni la edición etc..., aunque yo les adelanto que es la Giuntina  mientras recibo información de ello les ruego a quien llegue a esta página que se reserve de transmitirla pues pueden existir derechos de autor, no obstante por su valor complementando en esta vida a la edición Torrentina .....

 

 

Andrea Pisano

edición Giuntina de 1568

Jamás ha florecido, en época alguna, la pintura sin que los escultores hayan practicado simultáneamente su oficio en forma excelente, y de ello dan testimonio, para quien observa bien, las obras de todos los siglos: porque, en verdad, esas dos artes son hermanas, nacidas al mismo tiempo y nutridas y gobernadas por el mismo espíritu. Esto se observa en Andrea Pisano, el cual, ejerciendo la escultura en tiempos de Giotto, perfeccionó de tal manera su arte, tanto por la práctica como por el estudio, que fue considerado como el hombre más grande que en esa profesión hayan tenido hasta sus días los toscanos, especialmente en cuanto a fundición de bronce. Por lo cual sus obras fueron tan apreciadas y premiadas por todos aquellos que las conocieron, y en particular por los florentinos, que no le costó mucho cambiar de patria, parientes, recursos y amigos. En esto le ayudó aquella dificultad que en la escultura habían encontrado los maestros que lo precedieron y cuyas esculturas eran tan toscas y adocenadas, que las de Andrea parecían milagrosas a quien las comparaba con aquéllas. De que las esculturas antiguas eran groseras dan fe algunas que se encuentran sobre la puerta principal de San Paolo, en Florencia, y otras, de piedra, en la iglesia de Ognissanti, las cuales están hechas de tal modo que mueven a risa a quienes las examinan, en vez de causarles asombro o placer. En una cosa fue la fortuna favorable a los esfuerzos de Andrea, pues habiendo sido llevados a Pisa, como se refirió en otra parte, mediante las numerosas victorias navales que obtuvieron los pisanos, muchas antigüedades y sarcófagos que aún hoy se encuentran cerca del Duomo y el Campo Santo, el escultor derivó de ellos gran provecho y enseñanza, ventaja que no tuvo Giotto, porque las pinturas antiguas no se conservaron tanto como las esculturas. Y por mucho que a menudo las estatuas sean destruidas por el fuego, las ruinas y el furor de la guerra, o sepultadas bajo tierra, o transportadas a otros lugares, el entendido no deja de reconocer las diferencias de estilo de los diferentes países. Por ejemplo, en la escultura egipcia, las figuras son delgadas y largas; la griega es artificiosa y muy estudiada en los desnudos, con cabezas a menudo casi idénticas; y la antiquísima toscana es forzada en el tratamiento del cabello, y un tanto grosera. La de los romanos (llamo romanas a la mayor parte de las esculturas que, luego de la conquista de Grecia, fueron conducidas a Roma, donde se acumuló todo lo bueno y lo bello que había en el mundo) es tan hermosa por la expresión, por las actitudes, por los movimientos, por los desnudos y por los paños, que puede decirse que ellos recogieron lo bello de todas las demás comarcas y lo reunieron en un solo estilo para que fuera (como lo es) el mejor y el más divino de todos. Pero todo ese hermoso estilo y ese arte se había perdido en la época de Andrea, en que sólo se practicaba la escultura que por los godos y los groseros griegos había sido llevada a Toscana. Así, después de estudiar el nuevo estilo de Giotto y las pocas antigüedades que conocía, Andrea suavizó de acuerdo con su propio juicio las torpezas de tan lamentable manera y empezó a trabajar mejor y dar a las cosas mucha mayor belleza que ningún otro escultor de su arte hasta sus días. Conocida su inteligencia, su capacidad y su destreza, en su patria fue ayudado por muchos. Y cuando era joven aún le encargaron hacer en Santa Maria a Ponte14 algunas pequeñas figuras de mármol, las cuales le conquistaron tanto renombre, que fue invitado con gran empeño a venir a trabajar a Florencia, en la construcción de Santa Maria del Fiore, donde, habiéndose comenzado la fachada de las tres puertas, se necesitaban maestros para ejecutar los motivos proyectados por Giotto para el principio de ese edificio. Trasladóse, pues, Andrea a Florencia, al servicio de los encargados de dicha obra, y como los florentinos deseaban entonces conquistar el favor y la amistad del Papa Bonifacio VIII, que a la sazón era el Sumo Pontífice de la Iglesia de Dios, quisieron que, ante todo, Andrea ejecutara en mármol el retrato del natural de ese Pontífice. Puso manos a la obra y no descansó hasta terminar la figura del Papa y un San Pedro y un San Pablo para colocarlos a ambos lados. Y las tres figuras fueron puestas en la fachada de Santa Maria del Fiore, donde aún están. Hizo luego Andrea, para la puerta principal de dicha iglesia, en tabernáculos o nichos, algunas figuras pequeñas de profetas, y se advirtió que el escultor había introducido gran mejora en el arte y superaba en excelencia y diseño a todos los que hasta entonces habían trabajado para esa iglesia. Por consiguiente, se resolvió que todos los trabajos de importancia le fueran confiados a él y a ningún otro. Así, poco después le encargaron las cuatro estatuas de los principales doctores de la Iglesia, San Jerónimo, San Ambrosio, San Agustín y San Gregorio. Y terminadas estas figuras, que le conquistaron favor y fama entre los directores de la obra y en toda la ciudad, tuvo que hacer otras dos esculturas en mármol, del mismo tamaño, que fueron el San Esteban y el San Lorenzo que están en dicha fachada de Santa Maria del Fiore, en los ángulos extremos. Igualmente es de la mano de Andrea la Virgen de mármol, de tres braccia y media de alto, con el Niño en brazos, que está sobre el altar de la iglesita y compañía de la Misericordia, en la plaza San Giovanni de Florencia, obra muy alabada en aquellos tiempos, especialmente por estar acompañada por dos Ángeles, uno a cada lado, de dos braccia y media de alto cada uno. También es de Andrea la media figura de la Virgen, en mármol, colocada sobre la puerta lateral de la Misericordia, en la fachada de los Cialdonai; fue obra muy celebrada porque en ella imitó la buena manera antigua, contrariamente a su costumbre, pues siempre estuvo alejado de ella, como lo atestiguan algunos dibujos suyos que están en nuestro Libro, en que se hallan representadas todas las escenas del Apocalipsis. Y como Andrea en su juventud había estudiado arquitectura, se presentó la ocasión de que la Comuna de Florencia lo emplease en ese arte, porque, habiendo fallecido Arnolfo15 y estando ausente Giotto, le hicieron trazar los planos del castillo de Scarperia, que se alza en Murgello, al pie de los Alpes. Dicen algunos (no lo afirmaré como cosa cierta) que Andrea estuvo en Venecia durante un año y allí esculpió algunas pequeñas figuras de mármol que están en la fachada de San Marcos, y que en la época de Messer Piero Gradenigo, Dux de aquella República, hizo el proyecto del Arsenal: pero como al respecto sólo sé lo que encuentro haber sido escrito por algunos, y nada más, dejaré que cada cual opine a su modo acerca de ello. Cuando Andrea regresó de Venecia a Florencia, la ciudad, temiendo la llegada del Emperador, hizo dar apresuradamente ocho braccia más de altura a la muralla en la parte que se encuentra entre San Gallo y la Puerta de Prato. En esa obra estuvo ocupado Andrea. En otros lugares se construyeron bastiones, empalizadas y otras defensas de tierra y de maderamen, muy sólidas. Ahora bien, como tres años antes había merecido mucha alabanza al demostrar su capacidad como fundidor de bronce -al enviar al Papa, en Aviñón (por intermedio de Giotto, su gran amigo, que entonces residía en aquella corte), una cruz de fundición, muy hermosa-, le encargaron ejecutar en bronce una de las puertas del templo de San Giovanni, para la cual Giotto había hecho un dibujo bellísimo. Le encargaron, digo, concluirla por haber sido juzgado, entre tantos que trabajaran hasta entonces, el más capaz, el más práctico y el más sensato maestro, no sólo de Toscana sino de toda Italia. Puso manos a la obra con el propósito deliberado de no ahorrar ni tiempo, ni esfuerzo ni diligencia para realizar un trabajo de tanta importancia, y le fue tan propicia la suerte en la tarea de fundición -en aquella época en que no se conocían los secretos que se poseen hoy-, que en el plazo de veintidós años llevó la puerta a su presente estado de perfección. Más aún: en ese mismo plazo hizo no sólo el tabernáculo del altar mayor de San Giovanni, con dos Ángeles, uno a cada lado (los cuales fueron considerados como cosa bellísima), sino, de acuerdo con los dibujos de Giotto, aquellas pequeñas figuras de mármol que completan la puerta del Campanile de Santa Maria del Fiore y, en torno de la misma torre, en marcos en forma de almendra, los siete Planetas, las siete Virtudes y las siete Obras de la Misericordia, en medio relieve y figuras pequeñas, que entonces merecieron muchas loas. También hizo, en el mismo tiempo, las tres figuras de cuatro braccia cada una, que fueron colocadas en los nichos de dicho campanario, bajo las ventanas que dan hacia el lado donde hoy están los Pupilli,16 es decir al mediodía; las cuales figuras fueron juzgadas en aquella época más que razonablemente buenas. Pero para volver a mi primer tema, digo que en la mencionada puerta de bronce hay episodios, en bajo relieve, de la vida de San Juan Bautista, desde su nacimiento hasta su muerte, realizadas con felicidad y mucha diligencia. Y aunque muchos opinan que en tales episodios no aparece ese bello dibujo ni ese gran arte que se suele poner en las figuras, no por ello ha de merecer Andrea otra cosa que alabanzas muy altas, por haber sido el primero que puso mano a la conducción perfecta de una obra que luego dio motivo para que otros, que vinieron después de él, hayan hecho tanto bello, difícil y bueno en las dos puertas restantes y en los adornos exteriores que en la actualidad se ven. Esta puerta fue colocada en la puerta del medio de aquel templo, donde estuvo hasta que Lorenzo Ghiberti hizo la que allí se encuentra presentemente: entonces, la de Andrea fue sacada y colocada en la Misericordia,17 donde aún se halla. No disimularé que Andrea fue ayudado, para ejecutar esa puerta, por Nino, su hijo, que luego fue mucho mejor maestro que su padre. La obra quedó completamente terminada en el año 1339, es decir no sólo bruñida y limpiada, sino dorada a fuego. Y se cree que fue hecha la fundición metálica por maestros venecianos muy expertos en el vaciado en metal, cosa de la cual se halla mención en los libros de la Corporación de los Mercaderes de Calimara, guardianes de la Obra de San Giovanni. Mientras se ejecutaba dicha puerta, Andrea hizo no sólo los demás trabajos mencionados, sino muchos otros y particularmente el modelo del templo de San Giovanni de Pistoya, que se fundó en 1337, el mismo año en que, el 25 de enero, al hacerse las excavaciones para poner los cimientos de esa iglesia, se hallaron los restos de San Atto, obispo de aquella ciudad, que habían estado sepultados en ese lugar durante ciento treinta y siete años. La arquitectura de ese templo, que es circular, es razonablemente buena para aquella época. También es de la mano de Andrea, en dicha ciudad de Pistoya, en el templo principal, una sepultura de mármol, el cuerpo de cuyo sarcófago está lleno de figuras pequeñas, con algunas otras, mayores, encima. En esa sepultura descansan los restos de Messer Cino d'Angibolgi, doctor en leyes y literato famoso en su tiempo, como lo atestigua Messer Francesco Petrarca en aquel soneto que dice: Piangete, donne, e con voi pianga Amore y en el cuarto capítulo del Trionfo d'Amore, donde expresa: Ecco Cin da Pistoia, Guitton d'Arezzo, Che di non esser primo par ch'ira aggia Esta tumba contiene el retrato en mármol, por Andrea, de dicho Messer Cino, representado enseñando a un número de alumnos suyos que lo rodean con tan bellas actitudes y estilo, que en aquellos tiempos debió de ser cosa maravillosa (aunque hoy no se apreciará). En trabajos de arquitectura empleó también a Andrea el duque Gualterio de Atenas, tirano de los florentinos, haciéndole ampliar la Piazza y fortificar su palacio, enrejando con muy fuertes barras de hierro cuadradas la parte inferior de todas la ventanas del primer piso, donde ahora está la Sala de los Doscientos. El mismo duque también añadió, frente a San Piero Scheraggio, los muros de sillares que están contra el palacio, para reforzarlo; en el espesor del muro hizo una escalera secreta para subir y bajar ocultamente y en dicho paredón de sillares hizo abrir, abajo, una puerta grande que hoy sirve a la Aduana y sobre la cual se puso su blasón. Todo eso se ejecutó sobre los proyectos y según el consejo de Andrea. Aquel blasón fue borrado por orden de la Magistratura de los Doce, que cuidó de hacer desaparecer todo recuerdo de ese duque, pero en el escudo cuadrado quedó la forma del león rampante con dos colas, como puede verlo quien lo examine con atención. Para el mismo duque hizo Andrea muchas torres alrededor de las murallas de la ciudad y no sólo comenzó magníficamente la puerta de San Friano y la llevó al estado en que ahora se ve, sino que hizo los muros de las antepuertas de todas las puertas de la ciudad y los portillos pequeños para comodidad del pueblo. Y como el duque tenía el propósito de construir una fortaleza en la altura de San Giorgio, Andrea hizo el modelo de la misma, que luego no sirvió porque la obra no estaba comenzada cuando el duque fue expulsado en el año 1343. En cambio, en gran parte se cumplió el deseo del duque de convertir su palacio en un castillo fuerte, porque se hicieron considerables agregados al edificio primitivo, como puede verse hoy, incluyendo en el recinto del mismo las casas de los Filipetri, la torre y las casas de los Amidei y los Mancini y las de los Bellalberti. Y como, habiendo iniciado tan enorme construcción, además de la gruesa muralla y las barbacanas, no disponía de todos los materiales necesarios, suspendió la edificacion del Ponte Vecchio, que se realizaba con premura como cosa necesaria, a fin de servirse de las piedras labradas y de los maderos comprados para el puente, sin el menor respeto. Y si bien Taddeo Gaddi, en materia de arquitectura, de ningún modo era inferior a Andrea Pisano, el duque no quiso servirse de aquél para sus construcciones, por tratarse de un florentino. En cambio utilizó a Andrea. Quería el mismo duque Gualterio demoler Santa Cecilia, para poder ver desde el palacio la Strada Romana y el Mercato Nuovo, así como San Piero Scheraggio, por su propia comodidad, pero no obtuvo licencia del Papa para hacerlo. Entre tanto, como ya se dijo, fue arrojado por la furia del pueblo. Mereció, pues, Andrea, por los honorables trabajos de tantos años, no sólo premios grandísimos sino carta de ciudadanía. Hecho ciudadano florentino por la Señoría, recibió empleos y magistraturas en la ciudad, y sus obras fueron apreciadas mientras vivió y después de su muerte, pues no se encontró quien lo superara hasta que llegaron Niccolò Aretino, Jacopo della Quercia, sienés, Donatello, Filippo di ser Brunelleschi y Lorenzo Ghiberti. Fueron realizadas las obras de Andrea alrededor del año de gracia de 1340. Falleció el artista, a la edad de setenta y cinco años, en 1345 y fue sepultado por Nino en Santa Maria del Fiore, con el siguiente epitafio:

Ingenti Andreas jacet hic Pisanus in urna, Marmore qui potuit spirantes ducere vultus, Et simulacra Deum mediis imponere templis Ex ære, ex auro candenti, et pulcro elephanto